domingo, 23 de febrero de 2014

La taza


Si la realidad de esta taza que tengo delante consiste en que está ahí y ella no es yo ¿Cómo puedo estar seguro?¿Sólo no es yo porque no está conectada a mi sistema nervioso?¿Y si la taza está ahí porque yo la estoy pensando y me estoy pensando a mi mismo o un ser superior nos está pensando a mi y a la taza?¿No formaríamos parte de la misma unidad elemental?¿Y si cierro los ojos y reeinterpreto la taza en forma de pensamiento?¿En qué consiste esa taza de mi cabeza?

Actuar en base a decisiones reflexionadas en un momento de raciocinio parcial, concreto y aislado no es saber pensar. Saber pensar es vivir en un influjo de ensueño divergente-reflexivo-constante que conduce a todas las respuestas y por lo tanto a ninguna óptima que sirva para todos los supuestos de un mismo planteamiento.

Pero afrontémoslo, pensar es o lo han convertido en un infierno personal. Ya lo sabes, deja de pensar. Deja que los que están arriba te digan qué pensar a través de sus títeres. 

Coge tu smartphone y ponte a chatear en alguna red asocial sobre alguna trivialidad inocua e inane del día a día. Ya que estás ahí comparte algún contenido como esa foto que le has hecho a tu ombligo esta mañana.

Piensa, pero sólo si es en aras de algo productivo con lo que se pueda ganar dinero.
Haz suyo tu pensamiento, ya que todo el dinero es suyo. No pienses.

Un poderoso no quiere que pienses. Pensar les expone revolcándose en su miseria humana. 
Pensar duele. Pensar cansa. Pensar asusta. Pensar es revolucionario.

¿Por qué pensar si puedes obedecer?¿Por qué pensar un nuevo paradigma si se puede acatar el actual?¿Aún estás pensando? Sólo los no-listos y los infelices piensan. Deja de pensar. 

Déjalo. Déjalo ya. No sirve de nada pensar. Otros ya han pensado antes que tú todo lo que te conviene.

Y dirán que la única libertad que de verdad tenemos es la de tomar decisiones, y habrán mentido una vez más. Otra gota mendaz que cae en un mar de mentiras ¿A quién le importa?

Decisiones condicionadas. Siempre condicionadas por lo que te han impuesto con sus taimadas mañas ¿Aún no me crees? Da igual, déjalo ya.








jueves, 6 de febrero de 2014

¿Por qué no estalla una revolución?

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¿Te has preguntado alguna vez porqué nadie reacciona ante la infame oleada de opresión y abusos de todo tipo que estamos sufriendo?
¿No te produce perplejidad el hecho de que tras tantas y tantas revelaciones sobre casos de corrupción, injusticias, robos y burlas a la ley y a la población en general, a la cual se le ha robado literalmente el presente y el futuro, no suceda absolutamente nada?
¿Te has preguntado porqué no estalla una Revolución masiva y por qué todo el mundo parece estar dormido o hipnotizado?
Estos últimos años se han hecho públicas informaciones de todo tipo que deberían haber dañado la estructura del Sistema hasta sus mismísimos cimientos y sin embargo la maquinaria sigue intacta, sin ni tan solo un arañazo superficial.
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Y esto pone de manifiesto un hecho extremadamente preocupante que está sucediendo justo ante nuestras narices y al que nadie parece prestarle atención.
El hecho de que SABER LA VERDAD YA NO IMPORTA
Parece increíble, pero los acontecimientos lo demuestran a diario.
La información ya no tiene relevancia
Desvelar los más oscuros secretos y sacarlos a la luz ya no produce ningún efecto, ninguna respuesta por parte de la población.
Por más terribles e impactantes que sean los secretos revelados.
Durante décadas hemos creído que los luchadores por la verdad, los informadores capaces de desvelar asuntos encubiertos o airear los trapos sucios, podían cambiar las cosas.
Que podían alterar el devenir de la historia.
De hecho, hemos crecido con el convencimiento de que conocer la verdad era crucial para crear un mundo mejor y más justo y que aquellos que luchaban por desvelarla eran el mayor enemigo de los poderosos y de los tiranos.
Y quizás durante un tiempo ha sido así.
Pero actualmente, la “evolución” de la sociedad y sobretodo de la psicología de las masas nos ha llevado a un nuevo estado de cosas.
Un estado mental de la población que no se habría atrevido a imaginar ni el más enajenado de los dictadores.
El sueño húmedo de todo tirano sobre la faz de la tierra: no tener que ocultar ni justificar nada ante su pueblo.
Poder mostrar públicamente toda su corrupción, maldad y prepotencia sin tener que preocuparse de que ello produzca ningún tipo de respuesta entre aquellos a los que oprime.
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Ésta es la realidad del mundo en el que vivimos.
Y si crees que esto es una exageración, observa a tu alrededor.
El caso de España es palmario.
Un país inmerso en un estado de putrefacción generalizado, devorado hasta los huesos por los gusanos de la corrupción en todos los ámbitos: el judicial, el empresarial, el sindical y sobretodo el político.
Un estado de descomposición que ha rebosado todos los límites imaginables, hasta salpicar con su pestilencia a todos los partidos políticos de forma irreparable.

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Y sin embargo, a pesar de hacerse públicos de forma continuada todos estos escándalos de corrupción política, los españoles siguen votando mayoritariamente a los mismos partidos, derivando, como mucho, algunos de sus votos a partidos subsidiarios que de ninguna manera representan una alternativa real.
Ahí está el alucinante caso de la Comunidad Valenciana, la región más representativa del saqueo desvergonzado perpetrado por el Partido Popular y donde, a pesar de todo, este partido de auténticos forajidos y bandoleros sigue ganando las elecciones con mayoría absoluta.
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Una vergüenza inimaginable en cualquier nación mínimamente democrática.
Y desgraciadamente, el caso de Valencia es solo un ejemplo más del estado general del país: ahí tenemos el indignante caso de Andalucía dominada desde hace décadas por la otra gran mafia del estado, el PSOE, que junto con sus socios de los Sindicatos y el apoyo puntual de Izquierda Unida han robado a manos llenas durante años y años.
O el caso de Cataluña con Convergencia y Unió, un partido de elitistas ladrones de guante blanco, por poner otro ejemplo más.
Y es que podríamos seguir así por todas las comunidades autónomas o por el propio gobierno central, donde las dos grandes familias político-criminales del país, PP y PSOE, se han dedicado a saquear sin ningún tipo de recato.
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Y a pesar de hacerse públicos todos estos casos de corrupción generalizada; a pesar de revelarse la implicación de las altas esferas financieras y empresariales, con la aquiescencia del poder judicial; a pesar de demostrarse por activa y por pasiva que la infección afecta al Sistema en su generalidad, en todos los ámbitos, imposibilitando la creación de un futuro sano para el país; a pesar de todo ello, la respuesta de la población ha sido…no hacer nada.
La máxima respuesta de la ciudadanía ha sido “ejercer el legítimo derecho de manifestación”, una actividad muy parecida a la que hace la hinchada cuando su equipo de fútbol gana una competición y sale en masa a la calle para celebrarlo.
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Es decir, nadie ha hecho nada efectivo por cambiar las cosas, excepto picar cacerolas.
Y el caso de la corrupción política desvelada en España y la nula reacción de la población es solo un ejemplo de entre muchos tantos a lo largo y ancho del mundo.
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Ahí está el caso del deporte de masas, azotado como está por la sospecha de la corrupción, de la manipulación y del dopaje y por la más que probable adulteración de todas las competiciones bajo el control comercial de las grandes marcas…y a pesar de ello, sus audiencias televisivas y su seguimiento no solo no se ve afectado, sino que sigue creciendo cada vez más y más y más…
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Pero todos estos casos empequeñecen ante la gravedad de las revelaciones hechas por Edward Snowden y confirmadas por los propios gobiernos, que nos han dicho, a la cara, con luz y taquígrafos, que todas nuestras actividades son monitoreadas y vigiladas, que todas nuestras llamadas, nuestra actividad en redes sociales y nuestra navegación en Internet es controlada y que nos dirigimos inexorablemente hacia la pesadilla del Gran Hermano vaticinada por George Orwell en “1984”.
Y lo que es más alucinante del caso: una vez “filtradas” estas informaciones, nadie se ha preocupado de rebatirlas.
¡Ni mucho menos!
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Todos los medios de comunicación, los poderes políticos y las grandes empresas de Internet implicadas en el escándalo han confirmado públicamente este estado de vigilancia como algo real e indiscutible.
Como mucho han prometido, de forma poco convincente y con la boca pequeña que no van a seguir haciéndolo…
¡Incluso se han permitido el lujo de dar algunos detalles técnicos!
¿Y cuál ha sido la respuesta de la población mundial cuando se ha revelado esa verdad?
¿Cuál ha sido la reacción general al recibir estas informaciones?
Ninguna.
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Todo el mundo sigue absorto con su smartphone, sigue revolcándose en el dulce fango de las redes sociales y sigue navegando las infestadas aguas de Internet sin mover ni una sola pestaña…
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Así pues, ¿De qué sirve saber la verdad?
En el caso hipotético de que Edward Snowden o Julian Assange sean personajes reales y no creaciones mediáticas con una misión oculta, ¿De qué habrá servido su sacrificio?
¿Qué utilidad tiene acceder a la información y desvelar la verdad si no provoca ningún cambio, ninguna alteración, ni ninguna transformación?
¿De qué sirve saber de forma explícita y documentada que la energía nuclear solo nos puede traer desgracias, como nos demuestran los terribles accidentes de Chernobyl y Fukushima, si tales revelaciones no surten ni el más mínimo efecto?
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¿De qué nos sirve saber que los bancos son entidades criminales dedicadas al saqueo masivo si seguimos utilizándolos?
¿De qué nos sirve saber que la comida está adulterada y contaminada por todo tipo de productos tóxicos, cancerígenos o transgénicos si seguimos comiéndola?
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¿De qué nos sirve saber la verdad sobre cualquier asunto relevante si no reaccionamos, por más graves que sean sus implicaciones?
No nos engañemos más, por duro que sea aceptarlo.
Afrontemos la realidad tal y como es.
En la sociedad actual, saber la verdad ya no significa nada
Informar de los hechos que verdaderamente acontecen, no tiene ninguna utilidad real
Es más, la mayoría de la población ha llegado a tal nivel de degradación psicológica que, como demostraremos, la propia revelación de la verdad y el propio acceso a la información refuerzan aún más su incapacidad de respuesta y su atonía mental.
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La gran pregunta es: ¿POR QUÉ?
¿Qué nos ha conducido a todos nosotros, como individuos, a este estado de apatía generalizado?
Y la respuesta, como siempre sucede cuando nos hacemos preguntas de este calado, resulta de lo más inquietante.
Y está relacionada, directamente, con el condicionamiento psicológico al que está sometido el Individuo en la sociedad actual.
Pues los mecanismos que desactivan nuestra respuesta al acceder a la verdad, por más escandalosa que ésta resulte, son tan sencillos como efectivos.
Y resultan de lo más cotidiano.
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Simplemente todo se basa en un exceso de información
En un bombardeo de estímulos tan exagerado que provoca una cadena de acontecimientos lógicos que acaban desembocando en una flagrante falta de respuesta.
En pura apatía.
Y para luchar contra este fenómeno, resulta clave saber cómo se desarrolla el proceso…
Times Square
¿CÓMO SE DESARROLLA EL PROCESO?
Para empezar, debemos entender que todo estímulo sensorial que recibimos está cargado de información.
Nuestro cuerpo está diseñado para percibir y procesar todo tipo de estímulos sensoriales, pero la clave del asunto radica en la percepción de información de carácter lingüístico, entediendo por “lingüistico”: todo sistema organizado con el fin de codificar y transmitir información de cualquier clase.
Por ejemplo, escuchar una frase o leerla implica una entrada de información en nuestro cerebro, de caracter lingüístico.
Pero también lo implica ver el logo de una empresa, escuchar las notas musicales de una canción, ver una señal de tráfico o oir la sirena de una ambulancia, por poner algunos ejemplos…
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Una persona en el mundo actual, está sometida a miles y miles de estímulos lingüisticos de este tipo a lo largo de un día normal, muchos de ellos percibidos de forma consciente, pero la inmensa mayoría percibidos de forma inconsciente, que deben ser procesados por nuestro cerebro.
El proceso de captación y procesamiento de esta información lo podríamos dividir básicamente en 3 fases: percepción, valoración y respuesta
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Percepción
Sin lugar a dudas, formamos parte de la generación con mayor capacidad de procesamiento de información a nivel cerebral de la toda historia de la humanidad, con muchísima diferencia, sobretodo a nivel visual y auditivo.
Es más, a medida que nacen y crecen nuevas generaciones, éstas adquieren una mayor velocidad de percepción de información.
Una muestra de ello la podemos encontrar en el propio cine.
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Visualiza un antiguo western de John Wayne, en una secuencia cualquiera de acción, como por ejemplo, un tiroteo.
Y después visualiza una secuencia de un tiroteo o de una persecución de coches en una película actual.
Cualquier secuencia de acción de una película actual está trufada de sucesiones rapidísimas de planos de corta duración.
En tan solo 3 o 4 segundos verás diferentes planos: la cara del protagonista conduciendo, la del acompañante gritando, la mano en el cambio de marcha, el pie pisando el pedal, el coche esquivando un peatón, el perseguidor que derrapa, el malo que agarra la pistola, como dispara por la ventanilla, etc…y cada plano habrá durado apenas décimas de segundo.
Las imágenes se suceden a toda velocidad como los disparos de una ametralladora.
Y sin embargo eres capaz de verlas todas y procesar el mensaje que contienen.
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Ahora ponte la película de John Wayne.
No encontrarás sucesiones de planos a ritmo de ametralladora, sinó sucesiones de planos mucho más largos en duración y con mayor tamaño de campo visual.
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Probablemente, un espectador de la época de John Wayne se habría mareado viendo una película actual, pues no estaría acostumbrado a procesar tanta información visual a tanta velocidad.
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Esto es un ejemplo sencillo del bombardeo de información al que está sometido el cerebro de alguien en la actualidad, en comparación con el de una persona de hace tan solo 50 años.
Añádele a esto todas las fuentes de información que te rodean, como la televisión, la radio, la música, la omnipresente publicidad de todo tipo, las señales de tráfico, los diferentes y variados ropajes que viste cada una de las personas con las que te cruzas por la calle y que representan, cada uno de ellos una serie de códigos lingüísticos para tu cerebro, la información que ves en tu móvil, en la tablet, en internet y añádele, además, tus compromisos sociales, tus facturas, tus preocupaciones y los deseos que te han programado tener, etc, etc, etc…
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Se trata de una auténtica inundación de información que debe procesar tu cerebro continuadamente.
Y todo ello en un cerebro del mismo tamaño y capacidad que el de ese espectador de los westerns de John Wayne hace 50 años.
Por lo visto, parece que nuestro cerebro tiene capacidad suficiente para percibir tales volúmenes de información y comprender los mensajes asociados a esos estímulos.
Ahí no radica el problema.
De hecho parece que nuestro cerebro disfruta con ello, pues nos hemos convertido en adictos al bombardeo de estímulos.
El problema aparece en la siguiente fase.
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Valoración
Es cuando debemos valorar la información recibida, es decir, cuando llega la hora de juzgar y analizar sus implicaciones, que nos topamos con nuestras limitaciones.
Porque, literalmente, no disponemos de tiempo material para hacer una valoración en profundidad de esa información.
Antes de que nuestra mente, por sí misma y con criterios propios, pueda juzgar de forma más o menos profunda la información que recibimos, somos bombardeados por una nueva oleada de estímulos que nos distraen e inundan nuestra mente.
Es por esta razón que nunca llegamos a valorar en su justa medida, la información que recibimos, por importantes que sean sus posibles implicaciones.
Para comprenderlo mejor, vamos a utilizar una analogía, en forma de pequeña historia.
Imaginemos a una persona muy introvertida, que pasa la mayor parte de su tiempo encerrada en casa.
Prácticamente no tiene amigos ni entabla relaciones sociales de ningún tipo.
Ahora supongamos que esa persona baja al supermercado a comprar una botella de leche y cuando va a pagarla, se le cae al suelo y la rompe, causando gran estruendo y manchando su ropa a ojos de todos los clientes y de la cajera.
Cuando esa persona vuelva a su casa, aislada de toda relación y estímulo social, probablemente dará un gran valor a lo acontecido en el supermercado.
Se preguntará por qué le cayó la leche y qué movimiento en falso realizó para que eso sucediera; se preguntará si fue culpa suya o fue culpa de la botella que era demasiado resbaladiza; analizará en su cabeza la mirada de la cajera y los gestos y comentarios de todos y cada uno de los clientes; incluso observará las manchas en su ropa e intentará adivinar lo que pensaban sobre ella las demás personas al verla en esa situación.
Se sentirá ridícula y juzgará aquel acontecimiento meramente anecdótico como mucho más importante de lo que realmente es.
Simplemente porque para ella, ese ridículo en el supermercado será el gran acontecimiento social del día o de la semana.
Y quizás no lo olvide nunca más en su vida.
Ahora sustituyamos a la persona introvertida y sin relaciones por un modelo opuesto. Una persona extrovertida, que pasa el día entero rodeada de gran cantidad de personas y acontecimientos, interactuando frenéticamente con clientes y compañeros de trabajo, hablando por teléfono, concertando citas, comprando, vendiendo, haciendo reuniones, riendo, enfadándose y rematando el día tomando copas con los amigos.
Supongamos que esta persona va a comprar la leche y también se le cae causando gran estruendo y manchándose la ropa.
La valoración que hará del hecho será meramente anecdótica, pues representará un evento más de entre los muchos acontecimientos de carácter social que experimenta a lo largo de la jornada.
Y en pocas horas se habrá olvidado de lo sucedido.
Una persona en la sociedad actual se asemeja mucho al segundo modelo, sometida a gran cantidad de estímulos sensoriales, sociales y lingüísticos.
Para nosotros, toda información recibida es rápidamente digerida y olvidada, arrastrada por la corriente incesante de información que entra en nuestro cerebro como un torrente.
Porque vivimos inmersos en la cultura del twit, un mundo donde toda reflexión sobre un evento dura 140 caracteres.
Y esa es la profundidad máxima a la que llega nuestra limitada capacidad de análisis.
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Es por esta razón, por nuestra impotencia a la hora de valorar y juzgar por nosotros mismos el volumen de información al que estamos sometidos, que la propia información que nos es transmitida lleva incorporada la opinión que debemos tener sobre ella, es decir, aquello que deberíamos pensar tras realizar una valoración profunda de los hechos.
Es decir, el emisor de la información le ahorra amablemente al receptor el esfuerzo de tener que pensar.
Ese es el procedimiento que utilizan los grandes medios de comunicación y en un mundo con individuos auténticamente pensantes sería calificado de manipulación y lavado de cerebro
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La televisión es un claro ejemplo de ello.
Fijémonos en un noticiario cualquiera.
Todas las noticias de todos las cadenas estan narradas de forma tendenciosa, de manera que contengan en su redactado y presentación no solo la información que debe ser transmitida, sinó la opinión que debe generar en el espectador.
O más claramente aún, el ejemplo de las omnipreentes tertulias políticas, donde los tertulianos son calificados como “generadores de opinión”.
Es decir, su función es generar la opinión que deberías fabricar por tí mismo.
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Así pues, el bombardeo contínuo e incesante de información en nuestro cerebro nos impide juzgar adecuadamente el valor de los hechos, con criterio propio y según nuestros códigos internos.
Nos quita el tiempo que deberíamos tomarnos para sopesar las consecuencias de un acontecimiento y lo fragmenta en pedacitos de 140 caracteres y con ello, convierte en breve y superficial cualquier juicio que emitamos sobre una información recibida.
Resumiendo: nos hace pensar “en titulares” y por norma general, esos titulares ni tan solo los pensamos nosotros mismos, sino que nos son inoculados con la propia información.
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Respuesta
Una vez reducido a la mínima expresión nuestro tiempo de valoración personal de los hechos, entramos en la fase decisiva del proceso, aquella en que nuestra posible respuesta queda anulada.
Aquí entran en juego las emociones y los sentimientos, el motor de toda respuesta y acción.
Y es que al fragmentar y reducir nuestro tiempo dedicado a juzgar una información cualquiera, también reducimos la carga emocional que asociamos a esa información.
Observemos nuestras propias reacciones: podemos indignarnos mucho al conocer una noticia cualquiera, ofrecida en un noticiario, como por ejemplo el desahucio forzoso de una familia sin recursos, pero al cabo de unos segundos de recibir esa información, somos bombardeados por otra información distinta que nos lleva a sentir otra emoción superficial diferente, olvidando así la emoción anterior.
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Para decirlo de forma gráfica y clara: de la misma manera que nuestra capacidad de juicio y análisis queda reducida a un twit, nuestra respuesta emocional queda reducida a un emoticono
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Y aquí es donde reside la clave del asunto.
Es en este punto donde queda desactivada nuestra posible respuesta.
Para comprenderlo mejor, volvamos a la analogía de las personas introvertida y extrovertida que rompían la botella de leche en el supermercado.
La persona introvertida encerrada en su hogar, que ha otorgado un valor más profundo a los hechos acontecidos en el supermercado seguirá dándole vueltas al asunto una y otra vez.
Es decir, no olvidará fácilmente las emociones vinculadas al ridículo que sintió en ese momento y con mucha probabilidad, esa exposición continuada a sus propias emociones acabará desembocando en un sentimiento de incomodidad ante la posibilidad de volver al lugar de los hechos.
Así pues, es muy posible que esa persona no vuelva durante un tiempo a comprar en ese supermercado, aunque eso implique que ha que ir bastante más lejos a comprar la leche.
Hasta el punto de llegar a fabricar un sentimiento de repulsa hacia el propio establecimiento y las personas que la vieron hacer el ridículo.
Es decir, la energía emocional que habrá volcado sobre ese hecho concreto, habrá terminado desembocando en una reacción efectiva ante el hecho en sí.
Sin embargo, la persona extrovertida volverá sin ningún problema al supermercado a comprar leche, pues en su mente, el suceso llevará asociada muy poca carga emocional.
Como mucho, quizás se ruborice un poco al ver a la cajera o a algún cliente.
Es decir, la persona extrovertida, no emprenderá acciones efectivas y tangibles derivadas del suceso de la botella de leche.
Más allá de las valoraciones que hagamos sobre estos personajes inventados, estos ejemplos nos sirven para demostrar que el bombardeo incesante de información al que estamos sometidos acaba desembocando en una fragmentación de nuestra energía emocional y por ello acabamos ofreciendo una respuesta superficial o nula.
Una respuesta que en momentos como el que vivimos, intuímos debería ser mucho más contundente y que sin embargo, no llegamos a generar porque carecemos de energía suficiente para hacerlo.
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Y todos observamos desesperados a los demás y nos preguntramos “¿Por qué no reaccionan? ¿Por que no reacciono yo?”
Y esa impotencia desemboca, al final, en una sensación de frustración y apatía generalizadas.
Ésta parece ser la razón básica por la que no se produce una Revolución cuando, por la lógica propia de los acontecimientos, debería producirse.
Se trata pues, de un fenómeno meramente psicológico
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Éste es el mecanismo básico que aborta toda respuesta de la población ante los continuos abusos recibidos.
La BASE sobre la que se sustentan todas las manipulaciones mentales a las que estamos sometidos actualmente.
El mecanismo psicológico que mantiene a la población idiotizada, dócil y sumisa
Lo podríamos resumir así:
El excesivo bombardeo de información nos impide tomarnos el tiempo necesario para otorgar el valor adecuado a cada información recibida y con ello, nos impide asociarle la suficiente carga emocional como para generar una reacción efectiva y real
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¿CONSPIRACIÓN O FENÓMENO SOCIAL?
Poco importa si todo esto forma parte de una gran conspiración para controlarnos o si hemos llegado a este punto por la propia evolución de la sociedad, porque las consecuencias son exactamente las mismas: los más poderosos harán lo posible por mantener estos mecanismos en funcionamiento; incluso fomentarán tanto como puedan su desarrollo, simplemente porque les beneficia.
De hecho, la propia revelación de la verdad favorece estos mecanismos.
A los más poderosos ya no les importa mostrarse tal y cómo son ni desvelar sus secretos, por sucios y oscuros que éstos sean.
Revelar estas verdades ocultas contribuye en gran medida a aumentar el volumen de información con el que somos bombardeados.
Cada secreto sacado a la luz crea nuevas oleadas de información, que puede ser manipulada e intoxicada con datos adicionales falsos, contribuyendo con ello a la confusión y al caos informativo y con ello a nuevas oleadas secundarias de información que nos aturdan aún mas y nos suman más profundamente en la apatía.
Si combinamos esta apatía, fruto de la poca energia emocional con la que intentamos responder, con las tremendas dificultades que el propio sistema nos pone a la hora de castigar a los responsables, se generan nuevas oleadas de frustración, cada vez más acusadas, que nos llevan, paso a paso, a la rendición definitiva y a la sumisión absoluta.
Así pues, no lo dudes: a las personas que ostentan el poder les interesa bombardearte con enormes volúmenes de información lo más superficial posible
Porqué una vez instaurada en la sociedad esta forma de interactuar con la información recibida, todos nosotros nos convertimos en adictos a ese incesante intercambio de datos.
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El bombardeo de estímulos representa una auténtica droga para nuestro cerebro, que cada vez necesita más velocidad en el intercambio de informaciones y exige menos tiempo para tener que procesarlas.
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Nos sucede a todos: cada vez nos cuesta más dedicar tiempo a leer un artículo largo cargado de información estructurada y razonada.
Exigimos que sea más resumido, más rápido, que se lea en una sola línea y que se ingiera como una pastilla y no como un ágape decente.
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Nuestro cerebro se ha convertido en un drogadicto de la información rápida, en un yonqui ávido de contínuos chutes de datos que ingerir, a poder ser pensados y analizados por cualquier otro cerebro, para no tener que hacer el esfuerzo de fabricarnos una compleja y contradictoria opinión propia.
Porque odiamos la duda, pues nos obliga a pensar.
Ya no queremos hacernos preguntas.
Solo queremos respuestas rápidas y fáciles.
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Somos y queremos ser antenas receptoras y replicadoras de información, como meros espejos que rebotan imágenes externas.
Pero los espejos son planos y no albergan más vida en ellos que la que reflejan proviniendo del exterior.
Hacia ahí se dirige el ser humano de forma acelerada.
¿Vamos a permitirlo?
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CONCLUSIÓN
Quizás todo lo expuesto anteriormente no es lo que querías escuchar.
Es poco estimulante y resulta algo complicado y farragoso, pero las realidades complejas no pueden reducirse a un ingenioso titular en forma de twit.
Para emprender una transformación profunda de nuestro mundo, para iniciar una auténtica Revolución que lo cambie todo y nos lleve a una realidad mejor, deberemos descender hasta las profundidades de nuestra psique, hasta la sala de máquinas, donde estan en marcha todos los mecanismos que determinan nuestras acciones y movimientos.

Ahí es donde se está dirimiendo la auténtica guerra por el futuro de la humanidad
Nadie nos salvará desde un púlpito con brillantes proclamas y promesas de una sociedad más justa y equitativa.
Nadie nos salvará sólo contándonos la supuesta verdad, ni desvelando los más oscuros secretos de los poderes en la sombra.
Como acabamos de ver, la información y la verdad ya no tienen importancia, porque nuestros mecanismos de respuesta están averiados.
Debemos descender hasta ellos y repararlos; y para conseguirlo, debemos saber cómo funcionan.
Para ello no será necesario hacer un complejo curso de psicología: observando con atención y razonando por nosotros mismos podemos conseguirlo.
Porque no se trata de algo esotérico ni fundamentado en creencias extrañas de carácter Místico, Religioso o New Age.
Es pura lógica: No hay revolución posible sin una transformación profunda de nuestra psique a nivel individual.
Porque nuestra mente está programada por el Sistema.
Y por lo tanto, para cambiar ese Sistema que nos aprisiona, antes debemos desinstalarlo de nuestra mente.
¿Tú lo vas a hacer?

GAZZETTA DEL APOCALIPSIS

COMO NOS MANIPULAN LOS MEDIOS ALTERNATIVOS

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Nuestra mente está siendo manipulada.
Más o menos, todos lo sabemos ya.
Manipulada constantemente por los grandes medios de comunicación de masas y por las industrias del entretenimiento, que se encargan principalmente de moldear nuestra fantasía.
De ello se encargan, básicamente, las industrias cinematográfica, discográfica y cada vez con mayor preponderancia la de los videojuegos.
Modelan a su antojo nuestra imaginación y nuestros deseos, nuestros impulsos y nuestros sueños vitales.
Pero si bien esto parece cada vez más evidente para un mayor número de gente, parece que muy pocos de nosotros tomamos conciencia de otro tipo de manipulación mental de extrema importancia, que se producen con especial intensidad justo en estos momentos de crisis del Sistema.
Se trata de un tipo de manipulación sutil y extremadamente hábil, orientada no a una inmensa mayoría de la población, sino a una selecta minoría: Aquellos que pretenden ver más allá.
Aquellos que necesitan ver más allá, para dar sentido a sus vidas.
Aquellos que pretenden ver lo que hay al otro lado del muro y están dispuestos a escalarlo.
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Para ellos se han construido coloristas decorados de fantasía, con el fin de que cuando saquen la nariz por encima del muro, sigan sin observar la auténtica realidad y vean solamente una ficción, creada precisamente, por los mismos que levantaron ese muro.
Para esta minoría se han diseñado manipulaciones que no encontramos representadas en la televisión de masas, sino en la red de redes, en Internet.
Auténticas obras de ingeniería de guión, fantasiosos artefactos narrativos y argumentales hábilmente creados con la única intención de confundir y desorientar a aquellos que pretenden hallar la verdad que nos ocultan los medios de propaganda oficiales.
Se trata de fabulaciones fantasiosas e irreales que ocultan en sus entrañas verdades parciales que las legitiman, o bien certezas aparentemente indiscutibles, infectadas con el virus de la más malintencionada y absurda falsedad, como una saludable manzana cargada de veneno.
Esta es la triste realidad que inunda Internet en estos momentos.
Ya no podemos confiar en la veracidad de nada ni de nadie.
Solo en la perspicacia de nuestro propio criterio individual como única luz y guía de nuestro tránsito hacia la verdad.
Y es que todos aquellos que pretendemos encontrar la verdad, todos aquellos a los que de forma peyorativa nos califican de conspiranoicos, también estamos siendo manipulados.
Y alguien tiene que decirlo alto y claro.
En estos momentos, la red está atestada de supuesta información secreta.
De presuntas verdades ocultas que empiezan a salir a la luz.
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Y curiosamente, y a pesar de que nadie sabe exactamente de dónde ha salido toda esa información, todos tenemos acceso a ella fácilmente.
Con un solo y milagroso clic de ratón.
Con una facilidad extremadamente sospechosa.
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Así es como todo el mundo habla de Conspiraciones Ovni, Hums, Crop Circles, Profecías Mayas, Haarps, Reptilianos, Confederaciones Galácticas, Chemtrails, Bluebeams, Iluminatis y Sociedades del Dragon Blanco, por poner solo algunos ejemplos de entre tantos y tantos centenares de teorías y fabulaciones que infectan la red.
Y como decíamos, todas ellas tienen una parte de veracidad y una parte de engaño, tan indistinguibles entre sí que es imposible deducir dónde comienza la fantasía y dónde la realidad.
Tan fascinantes y pegajosas como una telaraña hábilmente tejida, en la que van cayendo, uno tras otro, todos aquellos que anhelan la verdad.
Y todo ello bañado con la luz del New Age por un lado y por la visión ultrareligiosa Cristiana más fanatizada por el otro, a veces enfrentadas entre sí y otras en perfecta simbiosis, hasta crear un inextricable caleidoscopio de la confusión y el caos absoluto.
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Una situación que ha alcanzado su culmen estos dos o tres últimos años, hasta llevarnos a todos al límite del paroxismo.
Pero llegados aquí, quizás deberíamos analizar cuáles son las características principales de estas teorías que inundan Internet, con el fin de intentar deducir cuáles son sus mecanismos de funcionamiento.
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Una de las características más destacables de estas teorías es su carácter casi cinematográfico.
Todas ellas están cargadas de misterio y emoción, de oscuros secretos, fantasía y ciertas pizcas de aventura en la que podemos vernos inmersos en cualquier momento.
Es decir, todo aquello que podemos anhelar en nuestras propias vidas y esperar de una ficción entretenida.
Jamás encontraremos una teoría de la conspiración aburrida, pesada y farragosa, con la que no podamos sentirnos vinculados de una manera u otra.
En todas ellas hallamos siempre un cierto tono épico, de lucha entre el bien y el mal absolutos, sin escalas de grises ni opciones al relativismo moral, al más puro estilo del entretenimiento hollywoodiense.
Y para otorgarles cuerpo y profundidad, vienen siempre acompañadas de montañas de información al respecto, creíble, bien estructurada y con multitud de personajes y escenarios.
Se trata de auténticos proyectos de manipulación transmedia, en los que a veces hasta parece intuirse la mano de un guionista profesional.
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Si las observamos con atención, encontraremos en ellas elementos de puro marketing publicitario.
¿O es que acaso el ojo panóptico en la cúspide de la pirámide no parece un concepto creado por un publicista, por poner un ejemplo?
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Prácticamente se ha convertido en una imagen corporativa, al más puro estilo de un logo de marca comercial.
De hecho, para mucha gente se ha convertido en una suerte de “imagen corporativa del mal”, asociada además a un nombre fácilmente recordable y reproducible: los Iluminati, una sociedad secreta desaparecida hace más de 200 años y que por lo tanto puede utilizarse a voluntad del guionista como un espectro amenazante que aceche desde cualquier rincón.
Que quede claro que no pretendemos discutir acerca de la veracidad o no de las teorías conspirativas, ni alrededor de los Iluminati, ni de ninguna otra, sino que tan solo analizamos las características narrativas y publicitarias con las que nos son presentadas.
Pues lo cierto es que se trata de teorías con nombres y logos fácilmente recordables e identificables, como los de cualquier marca comercial que se precie.
Diseño de logo y naming, puro y duro.
Algo que debería resultarnos bastante sospechoso cuando hablamos de sociedades ultrasecretas que pretenden apoderarse del mundo, ¿no?
Y es que misteriosamente, incluso conocemos públicamente el atractivo nombre de algunos de los organismos de control utilizados por los malos de la película: Club de Roma, Club Bilderberg, Council of Foreign Relations, Bohemian Club, Skull and Bones…
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No se trata precisamente de instituciones secretas de cuya existencia se pueda dudar.
Se reúnen ante nuestras narices y se ríen literalmente en nuestras caras, como hacen con las frecuentes reuniones del Club Bilderberg…de hecho, se comportan como los malos de las antiguas películas de James Bond.
Son como Spectra, solo les falta acariciar el gato blanco.
spectra
Y todos deberíamos preguntarnos por qué razón estas élites, foco central de la mayoría de estas teorías conspirativas, actúan con tanto descaro y cinismo.
Sin apenas esconderse.
Y la respuesta no puede ser más desalentadora.
C-INTEGRACIÓN EN EL SISTEMA
Porque lo más triste en estos momentos es que las teorías de la conspiración y el pensamiento alternativo se han convertido, por mucho que nos pese, en un producto de consumo más, completamente digerido y asimilado por la implacable maquinaria del sistema, como lo es cualquier entretenimiento televisivo, cinematográfico o literario.
Así, cualquier denuncia, noticia o reflexión que se publique, por dura y demoledora que pueda parecer, es consumida y olvidada en unas horas, como lo es un capítulo de Bob Esponja, un partido de fútbol o la noticia sobre un huracán devastador en la otra punta del mundo.
Algo así como lo que nos mostraban en el tercer capítulo de la visionaria mini-serie británica Black Mirror.
Así pues, llegados a este estado mental de la población, los conspiradores, aunque solo lo sean presuntamente, no tienen ninguna necesidad de ocultarse, pues inconscientemente son percibidos por la ciudadanía (incluidos los más conspiranoicos), como personajes de una ficción cinematográfica, a pesar de que sus decisiones comporten consecuencias muy reales y tangibles.
Y para completar el mecanismo de manipulación psicológica, solo queda otorgar un papel y una función al “espectador”.
D-IMPLICACIÓN PSICOLÓGICA DEL ESPECTADOR
Porque lo cierto es que la mayoría de personas que dan aliento y difusión a estas informaciones y teorías conspirativas, lo hacen de corazón, convencidas de que luchan por la verdad y la justicia.
De alguna forma se creen héroes de su propia película.
Y es que los resortes psicológicos que se activan en este proceso son tan antiguos como la propia humanidad:

1-Anhelo de trascendencia
El primer resorte psicológico que se activa es la imperiosa necesidad de evadirnos de una realidad vacía de contenido.
La necesidad de huir de la programación mental del sistema, de la esclavitud de esa vida programada y pre-fabricada por la sociedad que nos oprime a todos como individuos.
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Esa sociedad que convierte la vida humana en una cadena perpetua de convenciones sociales sin sentido ni sustancia, donde todos estamos programados para formar familias, producir, consumir y pagar hipotecas hasta el día de nuestra muerte, en que somos retirados de la cadena de producción como piezas inservibles.
Ese vacío existencial al que nos aboca el Sistema, despierta en muchas personas la necesidad de buscarle un sentido nuevo a su vida.
La necesidad de encontrar una misión trascendente que cumplir.
Y es aprovechando este anhelo, muchas veces desesperado, que estas teorías, por muy descabelladas que sean, consiguen infiltrarse en la mente de los individuos, que se agarran a ellas como a una tabla de salvación que los salve de tanta rutina.

2-Orgullo y Vanidad
Una vez cruzado ese umbral psicológico del descubrimiento de lo secreto y lo oculto, entran en juego el orgullo y la vanidad, esos gusanos que todos albergamos en nuestro interior y que jamás descansan, siempre al acecho como están por manifestarse con cualquiera de sus múltiples caras.
Porque una vez hemos escalado el muro y nos hemos asomado al otro lado, es cuando echamos la vista atrás y vemos a nuestros pies a la masa sumisa y ciega, que como un rebaño sigue el camino que le han dictado.
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Y entonces es cuando nos sentimos superiores a los demás y nos calificamos a nosotros mismos de “despiertos”, de “avanzadilla” dentro del género humano, casi como si fuéramos los líderes de un nuevo mundo.
Y es aquí, justo en este momento, cuando caemos definitivamente en la trampa.
El momento en que nos convertimos en seres fácilmente manipulables.
Porque una vez instalada, nuestra arrogancia ya no nos permite volver atrás, no nos permite ser críticos con nuestros errores de apreciación.
Ese orgullo nos impedirá aceptar que, a pesar de haber escalado el muro, hemos sido engañados y solo estamos viendo un decorado.
Preferimos auto engañarnos y seguir fabulando, auto calificarnos pomposamente como “despiertos”, como aquellos que “hemos abandonado la matrix” (nótese de nuevo la referencia cinematográfica hábilmente inoculada)
Queremos sentirnos como pequeños Neo, especiales, elegidos, superiores a la media.
neo
Mecanismos sutiles que juegan con nuestro ego, con nuestro orgullo y con nuestra soberbia.
Pura vanidad.
Un demonio tan antiguo como nuestra mente.
Y tan efectivo como siempre lo ha sido.
Esta vez al servicio de la mentira y la manipulación.

Así pues, resumiendo, éstas son las características principales de las teorías de la conspiración más sospechosas:
·Su carácter cinematográfico
·Su sólida imagen de marca
·Su integración en el sistema como producto
·Su relación con el seguidor
·Y su intrínseca naturaleza confusa que hace indistinguibles los elementos verdaderos de los falsos
Y una vez construido este edificio formal, una vez puestas en circulación estas teorías, solo cabe aplicar sobre ellas una de las leyes de manipulación más demoledoras que existen.

LA LEY DE LA AMENAZA
Su aplicación es constante tanto en el mundo de la política como en el mundo mediático, pero sin duda es en el mundo alternativo de Internet donde alcanza sus mayores cotas de efectividad.
Para definir en qué consiste, pongamos un ejemplo gráfico y algo bruto:
Supongamos que un grupo de hombres malvados te amenazan con que van a matarte y despedazarte.
Tú, temeroso, te preparas para lo peor y cuando llega el momento, ese grupo de hombres se limitan a pegarte una paliza y romperte un brazo.
Acabas magullado y dolorido, con el brazo roto, pero crees, aliviado, que has salvado la vida, porque esos hombres habían amenazado con matarte y mutilarte sin compasión.
De hecho lo consideras casi una victoria por tu parte.
Pero aunque tú no lo sepas, resulta que ellos siempre habían tenido la intención de tan solo pegarte una paliza.
Y aquí es donde reside la gran maniobra de manipulación.

Porque con su amenaza incumplida, alcanzan tres objetivos:
-Primero, desactivar tu posible respuesta
De alguna manera olvidas que te han roto el brazo y lo aceptas como un mal menor, porqué creías, convencido, que ibas a morir.
Es decir, te resignas, en lugar de rebelarte.
-Segundo, destruir tu credibilidad
Si cuando recibes la amenaza le cuentas a otras personas que un grupo de hombres quiere matarte y después resulta que solo te rompen un brazo, tu credibilidad queda afectada y tú quedas a ojos de los demás como un paranoico.
Incluso te ves a ti mismo como a un paranoico.
-Tercero, aceptar a tus agresores
Al final acabas pensando: “solo me han roto un brazo…en el fondo no son tan malvados, podrían haberme matado pero me han perdonado la vida…”
La ley de la amenaza se reproduce constantemente, de una manera u otra, en todas las teorías de conspiración fantasiosas que inundan la red en estos momentos.
Su objetivo es, simplemente, hacer quedar a aquellos que creen en ellas y que las difunden, aquellos que escalan el muro, como a unos locos paranoicos que no saben lo que dicen y que solo creen en fantasías, mentiras y fabulaciones, con el fin de impedir que nadie más intente trepar por el muro y ante todo, que los que lo han hecho bajen de él decepcionados, confundidos y humillados, para que nunca más vuelvan a intentarlo.
Preguntaos:
¿Cuántas veces se ha aplicado la ley de la amenaza en estos últimos años, con amenazas apocalípticas de toda índole que no se han cumplido?
Echad cuentas vosotros mismos.
Incluso la guerra de Siria y el posible ataque norteamericano a Iran encajan en este mecanismo de manipulación.
Y no se trata precisamente de temáticas fantasiosas.



Concluyendo, debemos aceptar la realidad de las cosas.
Aunque resulte triste y desalentadora.
Los que queremos ver más allá estamos atrapados entre, por un lado, la falsaria “versión oficial” de los grandes medios, con sus perros servidores que nos tildan de paranoicos y por el otro, por un enjambre de teorías inventadas y fantásticas, creadas y controladas por no se sabe quién y desde no se sabe dónde.
Teorías promovidas por un nutrido grupo de desinformadores profesionales y sustentadas por una auténtica legión de desinformadores involuntarios que colaboran en la expansión por la red de estas teorías.
Y es que estamos sufriendo una devastadora ofensiva a nivel psíquico.
A la mayoría de la población la mantienen dormida, anestesiada y dominada a través de los mass media.
Y a la gente que busca respuestas alternativas, consiguen manipularla a través del caos informativo inherente al propio Internet.
Y es que quizás no deberíamos perder tanto tiempo intentando escalar el muro para ver lo que hay al otro lado.
Quizás deberíamos centrar todas nuestras energías en derribarlo hasta que no quede piedra sobre piedra, hasta que quede reducido a polvo.
Y después ya veremos lo que hay más allá.



















GAZZETTA DEL APOCALIPSIS